LA NECESIDAD DE FORMAR UN INTERMEDIARIO ENTRE LOS CENTROS SUPERIORES Y LOS
INFERIORES
Una de las razones por las cuales no podemos obtener la ayuda de los centros
superiores es por que en la vida ordinaria vivimos en las partes motoras de los
centros inferiores.
Nos limitamos a hablar y charlar y así sucesivamente.
A este respecto una o dos caricaturas al desnudo son interesantes como
ejemplos.
Desde luego, si una persona es autocomplaciente, satisfecha de su vida, no
intentará modificarla.
Sin embargo, es muy posible que con el tiempo, mediante el contacto con el
trabajo, aunque nunca se le haya ocurrido trabajar sobre si, llegue a no estar
satisfecha de esta manera mecánica de comportarse, que proviene de responder a
la vida externa con las partes motoras de sus centros.
Volvamos a examinar las partes motoras del centro intelectual tal como las
establece el trabajo.
La parte más mecánica del centro intelectual hace que una persona repita
continuamente lo que ha oído, en especial los chismes.
La parte emocional de la parte motora del centro intelectual consiste por
lo general en la curiosidad, lo que Ouspensky llamaba la curiosidad simiesca.
Una persona desea descubrir por que el Sr. Smith no vive con la Sra. de
Smith por el momento.
Luego, satisfacer la curiosidad es algo que causa mucho placer.
O, nuevamente, la parte intelectual de la parte motora del centro
intelectual consiste en hacer pequeños proyectos, tales como: "¿Iré en ómnibus
o a pie?"
Ahora bien, la división emocional del centro emocional equivale al deseo de
conocer o de comprender.
No consiste en saber porque el Sr. Smith ha abandonado a la Sra. de Smith,
lo cual atañe a los pequeños "Yoes" y carece de interés.
Ahora bien, como dije, la razón por la cual no podemos ponernos en contacto
con los centros superiores es que vivimos en las pequeñas partes de nuestros
centros ordinarios, en las partes mecánicas.
Tenemos emociones, aborrecimiento, amor, antipatías, etc., mecánicos.
Mientras una persona no se de cuenta, mientras no llegue a estar disgustada
consigo mismo desde este punto de vista, no podrá hacer el trabajo.
Todos están apestados por esas partes mecánicas de los centros que se
asemejan a papagayos, sin que las respalde pensamiento alguno, que se pasan la
vida parloteando.
Ahora bien, si de repente nos elevamos en nuestro nivel de hablar, lo
importante es, establecer una conexión entre los centros superiores y los
centros ordinarios y para ello es necesario tener un intermediario, el
mandadero, por así decir, que comprende los centros superiores y los centros
inferiores.
Los centros superiores hablan un lenguaje diferente del que emplean
nuestros centros naturales u ordinarios que se basan en los sentidos.
Es por eso por lo cual es tan importante comprender las cosas tanto
psicológicamente como literalmente.
La mente natural externa, piensa según la evidencia de los sentidos.
La mente interna o psicológica piensa desde una fuente de todo punto de
vista, en forma distinta.
Esto es muy difícil de captar.
Y sin embargo, al mismo tiempo, el trabajo nos habla de pensar psicológica
o espiritualmente y de no pensar solo en función de los sentidos externos.
Por ejemplo, cuando una persona piensa en su estado interior mediante la
observación, suele hallarse en un lugar muy desagradable en si misma, aunque
esté gozando de una buena cena con excelentes vinos.
Ahora bien, una persona que despierta se sentirá muy incomoda si al mismo
tiempo discierne que está en un muy mal lugar en sí misma, esto es, psicológicamente.
No cabe duda que convendría más que no se diese cuenta que está en un muy
mal lugar en si misma, porque si lo hace corre el riesgo de tener una
indigestión.
Por eso le conviene más permanecer dormida en sus estados y deleitarse con
la idea que después gozará de una excelente cena.
Esta es la dificultad que nos confronta cuando deseamos tener un
intermediario entre el mundo externo y nuestro estado interno.
Aquí podría dar muchas citas del Antiguo y del Nuevo Testamento en lo
concerniente a esta dificultad.
Esta, por ejemplo, la frase: "Todo lo que viniere a la mano para
hacer, hazlo según tus fuerzas" (Eclesiastés, IX, 10).
Aquí tenemos una magnifica langosta !comámosla con buen apetito!
Esto es, que no sea para nosotros un problema.
Sin embargo me refiero al mismo tiempo a algo mucho mas profundo que esto.
El Hombre tiene dos lados —el exterior y el interior.
El lado exterior pertenece a su mente externa, el interior a su mente
espiritual.
Por mucho tiempo esos dos lados están en oposición hasta que aparece un intermediario
entre ellos.
Esto quiere decir una tercera fuerza, porque todo lo que interviene en el
trabajo es llamado fuerza neutralizante o tercera fuerza.
Y esta tercera fuerza significa participar tanto de la mente externa como
de la interna.
Es inútil separar los dos en el método del cuarto camino.
Algunas personas creen que todo lo que tiene que ver con la vida es malo:
otras creen que todo lo que tiene que ver con la religión y la vida espiritual
es bueno.
Tanto unas como las otras están equivocadas.
Si podemos ver lo bueno tanto en lo que pertenece a la vida interna como a
la externa, progresaremos hacia el encuentro del intermediario.
Lo importante es que el hombre natural no puede ver la verdad de este
trabajo, debido sencillamente a que no tiene intermediario.
Intento explicar la verdad de este trabajo a una persona que vive en las
partes motoras de los centros y es imposible conseguirlo.
¿Luego la posesión del centro magnético conduce a este intermediario?
Por cierto no contestaré esta cuestión excepto para decir que el centro
magnético, si es justo, puede ver la diferencia entre el esoterismo y las
influencias de vida.
Pero, como dije, es preciso tener el intermediario entre los dos; no se
puede renunciar a uno por el otro.
Hay que unir los dos lados en una especie de armonía.
Por eso el trabajo dice que todo lo que nos induce a dormir es malo para el
trabajo.
Con ello se quiere decir que todo lo que se hace según la mente natural
exterior y nos induce a dormir en la mente interior es malo.
Lo que despierta es bueno.
Pero, lo repito, lo esencial de este comentario es que es preciso tener un
intermediario entre los centros superiores y los inferiores.
Lo intermediario, como es sabido, es que hay que salir de las partes
motoras de los centros, fuera del parlotear de esas partes motoras, e intentar concentrarse
por la atención, aprender algo que no se sabía antes.
Este esfuerzo pone una persona en contacto con las partes superiores de los
centros ordinarios y luego puede oír, según la calidad de su ser, trazas de los
centros superiores.
Luego será capaz de comprender que tiene dos lados en ella, uno vuelto hacia
la vida que ha de realizar y el otro vuelto hacia los centros superiores que no
deben preocuparla a menos que quiera despertar en su espíritu más recóndito.
Lo interesante es que debe de haber un intermediario.
Me pregunto que es ese intermediario.
¿Lo llamaremos Benjamín? ¿O lo llamaremos PUER AETERNUS, el niño eterno, tal como lo
llamaban los antiguos?
Este intermediario difiere mucho del pensamiento y el razonar
intelectuales.
Cristo dijo: "De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como
niños, no entrareis en el reino de los cielos".
Se refería al intermediario entre el mundo físico y el espiritual.
Creo que uno de los primeros ejemplos de lo que esto significa es que una
persona renuncia a argumentar conmigo acerca de si las emociones negativas son
malas y ve por si misma mediante una percepción interior directa que son malas
sin necesidad de ningún otro argumento.
Por eso creo que este intermediario entre la vida y los centros superiores
es muy inocente en su manera de ser, pues no usa la razón sino la percepción.
Dice sencillamente: "Esto es evidentemente malo", sin argumento
alguno.
Por lo tanto deben entender que lo intermediario esta estrechamente
relacionado con la conciencia escondida que ve sencillamente si una cosa es
buena o mala sin razón alguna.
Ahora bien, si una persona no tiene aun el intermediario formado en ella,
no será capaz de ver la verdad del trabajo, aunque pueda ser muy eficiente en
la verdad de la vida.
Maurice Nicoll
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