domingo, 18 de octubre de 2015

SOLO EL CONTACTO SOLO LA RELACIÓN

SOLO EL CONTACTO SOLO LA RELACIÓN
Por: jeanne de salzmann

Hay algo demasiado pasivo en la manera en que trato de estar presente a mí mismo.

Me olvido de que el sentido de mi esfuerzo es tomar conciencia de una relación entre las fuerzas y de encontrar mi lugar en esa relación.

Después de un momento, no experimento sino la forma en que el esfuerzo se intenta y me tenso para conservar esa forma.
                         
Ya no veo la necesidad de conocer la relación de las fuerzas que se reparten mi Presencia.

Me olvido de que mi papel es ver y no abandonar esa visión.

Pasivamente me aferro a una forma en la cual ya no pasa nada.

En un estado de concentración intensa, existe siempre una energía y habrá siempre otra energía desconcentrada cuyo poder está disminuido y que fluye hacia fuera.

Mi razón de ser está en la conciencia que yo tenga de esas fuerzas.

No para impedir que sean lo que son, sino para conocer la relación entre ellas.

Mi atención necesita de una gran pureza para no ser arrastrada por los movimientos que se tensan hacia fuera.

Esa relación de fuerzas, esa evaluación constante de fuerzas, es el sentido mismo de mi esfuerzo de conciencia.

Pero lo olvido por creer que es suficiente imponer un relajamiento a mi cuerpo.

Y en esa actitud, donde se toma en cuenta una sola fuerza, me duermo pasivamente.

La forma tomada por el esfuerzo se vuelve la meta, como si relajarse fuera estar presente.

Necesito darme cuenta de esto y ser advertido de ese peligro siempre presente.

El sentido de mí, queda, está en tela de juicio en cada momento.

La pregunta siempre está ahí: “¿Quién soy yo?”, pero ¿quién soy yo en medio de las fuerzas que se reparten mi presencia?

Ver es una atención activa, una atención que no es producida por el choque de la impresión recibida, sino que se da cuenta de que no entra en contacto con lo que percibe y por consiguiente “no ve”.

Para que ese contacto se produzca, la atención debe ser activada.

Necesitamos estar delante de su pasividad y ver su insuficiencia, su nulidad o nadidad, y quedarnos frente a esto.

Esto determina una activación.

Todo se repite siempre.

Necesitamos quedarnos delante de la repetición para ir hacia lo nuevo, lo desconocido.

Intelectualmente no podemos.

Siempre esperamos un resultado y asi nuestro pensamiento nunca está libre.

Queremos alegrarnos por un cambio, pero no queremos conocerlo realmente.

Para sobrepasar ese punto, necesitamos abrirnos a la conciencia, la conciencia pura más allá de los centros, que no juzga, que ve.

¿Es mejor querer cambiar lo que es y estar tratando la experiencia que termina muy rápido, o quedarse delante, sin irse, aprendiendo a conocer eso que soy?

Aprendo a ver y ver otra vez, a estar delante de la falta de voluntad, la falta de deseo de permanecer delante de lo que es!

Quedarse delante de lo que no conozco es algo muy grande; y soy un desconocido para mí mismo.

Empiezo a comprender que sólo el contacto, sólo la relación trae un cambio, una conciencia.

En mi estado de conciencia habitual, los centros superiores no pueden actuar sobre mí; la dispersión, la discordancia en la cual me encuentro, se lo impide.

Hay allí una ley contra la cual no puedo hacer nada.

¿Me es posible ver esto?

¿Ver ese estado de dispersión y comprenderlo?

Porque mientras no lo haya visto, nada podrá cambiar para mí.

No habrá ningún impulso nuevo, ningún cambio de dirección o de calidad en el movimiento de mi energía.

La transición hacia una calidad mejor, hacia un centro superior, se hace por una apertura, es decir, una atención que se libera de lo que la sometía y la volvía pasiva hace un momento.

Es en el momento en que soy incapaz de comprender, de escuchar, de recibir, cuando yo me paro.

Y en ese paro, la atención que estaba cautiva, comprometida, de repente se libera.
                                     
Una vez libre, es capaz de quedarse delante de un objeto tomando conciencia de sí misma.

Esa apertura a otro nivel en mí mismo es una puesta en duda de lo que soy.

jeanne de salzmann




LA MUERTE DE MI YO ORDINARIO

LA MUERTE DE MI YO ORDINARIO
Por: Jeanne de salzmann

El recuerdo de sí es el momento en el que ya no soy un objeto para mí mismo, cuando la conciencia ya no deja espacio para una división.

Es el momento en que, al sentir la conciencia, siento que soy la conciencia.

Siento «Yo».

¿Qué sería el recuerdo de si?

El recuerdo sería el choque emocional generado por el momento de contacto entre todas las energías que actúan en mí.

Esto produce una vibración creadora.

Apenas es emitida, ella va a estar sometida a la ley de siete, de manera que el recuerdo no puede permanecer estático.

En mi estado habitual todo es vago y nebuloso.

Pensamientos, oleadas de emociones y de tensiones lo atraviesan.

Pero esos pensamientos no vienen todos juntos.

Se levantan uno tras otro.

Es lo mismo para las emociones.

Cuando un pensamiento pasa, otro se levanta.

Pero entre los dos, hay un intervalo, un vacío, un paro que es extremadamente importante.

Es el momento en que me doy cuenta de que hay una realidad detrás de los pensamientos escondida por el movimiento de ellos.

Puedo tomar conciencia de lo que está detrás de mis movimientos.

Nada dura, lo que aparece debe desaparecer.

La desaparición es tan importante como la aparición.

Forma parte del mismo hecho.

Pero si puedo vivir las dos, aceptar las dos, estoy más allá de la aparición y la desaparición.

Las contengo.

En ese momento mis centros entran en relación entre si; la relación se hace por si sola.

La apertura a nuestro ser esencial, a los centros superiores, pide un estado de unidad.

Pero, en nuestro estado habitual, nuestro centro de gravedad, siempre volcado hacia el ego, es desplazado hacia la parte de arriba del cuerpo, lo cual nos separa de nuestra verdadera forma.

El sufrimiento que resulta de la separación de nuestra naturaleza esencial abre la posibilidad de una unión.

Cuando el sufrimiento es fuerte, obliga a una apertura.

Hace falta una decisión, una determinación, para seguir el camino, a través de la cual nuestro ser esencial nos llama.

Para poder servir a la expresión de esa fuerza que necesita trascendernos, se nos exige un contacto perpetuo con nuestro ser esencial.

Debemos morir a un nivel, morir en tanto que ego, para resucitar en otro nivel.

Quiero abrirme.        

Siento la necesidad de arriesgar mi posición bien establecida.

Siento la necesidad de silencio, de un silencio real, de un vacío.

Y, al mismo tiempo, querría tomar, tener, para seguir subsistiendo de mi manera habitual.

No me someto, no reconozco, no sirvo.

Quiero servirme.

Y necesito aceptar ese hecho, vivirlo, sufrirlo, más que buscar algún recurso.

Ese recurso hoy en día sería una huida, una artimaña, una manera de apartar lo inevitable.

Siento ese estar cerrado, mi indiferencia.

Siento esa realidad que me llama pero en la que no confío, en la que no tengo fe.

Quiero que ella se me entregue.

Tengo miedo, miedo de desaparecer.

Para ir más allá de esa fragmentación, de esa separación de mí ser esencial, la energía en su totalidad necesita fusionarse.

Necesita estar completamente liberada.

¿Veo la necesidad de esto? ¿Lo acepto? ¿Lo quiero?

Para ello, una tranquilidad absoluta necesita hacerse en mí, en todas mis partes.

No para lograr, ni para recibir y apropiarme de algo maravilloso. Al contrario, veo mi nulidad, mi apego, mi temor de perder el significado que me atribuyo.

En vez de querer siempre tener la razón, veo mis contradicciones.

Veo que estoy bajo la hipnosis de la imaginación.

Veo todo tomado en conjunto: el ego y el verdadero yo.

Al ver, me libero.

Por un momento ya no soy el mismo.

Mi atención liberada, mi conciencia, conoce entonces lo que soy esencialmente.

Es la muerte del yo ordinario.

¿Qué quiere decir el recuerdo de si?

El recuerdo de si quiere decir morir a si mismo, a mi mentira, a mi imaginación.

Es adquirir el gusto de la comprensión por lo que falta, la conciencia de la falta de comprensión.

En el recuerdo hay un soltarse del ego que permite entrar en una conciencia nueva.

Veo el yo ordinario como una proyección del yo, un fantasma.

La manifestación no es algo separado, sino una proyección de algo esencial.

Al volver a la fuente, tomo conciencia de lo que se eleva para no volver a caer, de lo que no nace, de lo que no muere, de lo que es el eterno Sí Mismo.

jeanne de salzmann







EL SENTIMIENTO DE SER

EL SENTIMIENTO DE SER
Por: jeanne de salzmann

Cuando siento la energía que anima mi cuerpo, mi pensamiento se relaciona con él; se establece entonces una especie de equilibrio, pero eso no es suficiente.

Mientras mi sentimiento no se abra, no estará vivo.

Empiezo a tener el deseo de ser y de sentirme como un todo, pero estoy todo el tiempo confrontado con la fuerza de mi automatismo.

Por una parte está el movimiento de unidad que me abre a una nueva percepción y por la otra el movimiento inexorable de fragmentación.

Esa confrontación llama en mí una fuerza insospechada, una atención que de otra manera nunca tendría la necesidad de aparecer.

Esa atención conduce al momento de conciencia, es el fuego que opera la fusión de fuerzas, la transformación.

El esfuerzo para tomar conciencia de esos dos movimientos exige a la vez una actividad mayor a mi atencion.

Ese esfuerzo la despierta, despierta una fuerza adormecida.

Mi atención es completamente movilizada, concentrada al mismo tiempo en los centros superiores y en los inferiores, en el funcionamiento de toda mi Presencia.

Esto depende del sentimiento de ser, un nuevo sentimiento que aparece.

¿Qué es el recuerdo?

Asi, el recuerdo es ante todo el recuerdo de esa otra posibilidad, la búsqueda de una fuerza más activa en mí mismo.

Quiero conocer, quiero ser!

Necesito comprender lo que es necesario para un cambio de ser, que no puedo llegar a nada sin la ayuda de los centros superiores.

En el estado habitual sólo tenemos acceso a la mente ordinaria, que no tiene la energía necesaria.

Comprenderíamos más si pudiéramos tener un mayor sentimiento hacia nuestro estado, hacia el hecho de que no oímos el llamado de los centros superiores, no lo escuchamos.

Para que mi ser cambie, tengo que comprender mi estado con el sentimiento.

Pienso que comprendo mi estado, pero mi sentimiento no está concernido (tocado).

Ese pensamiento es pasivo.

No hay la visión que podría penetrar y permitir una percepción del hecho real.

No hay una energía capaz de entrar en contacto con el hecho.

Entonces, o busco pasar más allá de los movimientos de mi pensamiento y de mi emoción, o me topo con lo que me aprisiona sin poder salir de allí.

No he entendido del todo mi propia realidad y el hecho no tiene ninguna acción sobre mí.

Estoy aquí: pienso, siento, experimento.

O bien mi atención se retira bruscamente y siento una impresión de calma, soy tranquilizado, consolado.

Pero algo en mí se volvió pasivo y el movimiento que va a seguir no va a nacer de un conocimiento, sino del deseo de retener lo que experimento y afirmo o niego.

No veo la necesidad de una energía que no sea contaminada ni por mis pensamientos ni por mis emociones, una energía capaz de penetrar la acción de lo que se le opone.

La única fuerza que podría cambiar algo aparece cuando la necesidad se vuelve consciente.

Estoy insatisfecho, y no tengo nada en mí que sepa.

No es una inquietud, es un hecho.

Soy tocado por ese hecho y aparece el sentido de una urgencia.

Me siento concernido (tocado).
                        
Me comprometo en ese acto de ver; entonces emerge una energía que pertenece al acto cuando es puro.

Es la aparición del «Yo».

¿Qué significa ser consciente de si mismo?

Ser consciente de sí mismo quiere decir ser consciente de la impresión que es recibida.

En el momento de conciencia, lo que ve y lo que es visto se funden en una entidad, un sentimiento puro.

Nace una energía no contaminada y me es absolutamente necesario seguir.

Sin esto nunca sabré lo que es verdad, nunca entraré en un mundo que es enteramente nuevo.

jeanne de salzmann




TENGO QUE VIVIR LA INSUFICIENCIA

TENGO QUE VIVIR LA INSUFICIENCIA
Por: jeanne de salzmann

Para tener un contacto con los centros superiores, hay que aumentar la intensidad de las vibraciones de los centros inferiores.

La vibración se intensifica en la visión y en el sufrimiento de lo que falta.
        
Aparece un sufrimiento, un sufrimiento consciente.

«Si», pensamos, «yo sé. Mi pensamiento y mi cuerpo deben estar juntos...», pero, qué es lo que esto quiere decir?

¿Acaso siento bien, acaso tengo una sensación de la energía que está en mi mente, que está en mi cuerpo, que está en mi sentimiento?

¿Puedo ver su movimiento?

¿Comprendemos el cambio que necesita hacerse en los centros?

Las energías no pueden quedarse aisladas: o están tomadas o actúan.

Si no estoy relacionado con una energía de un nivel superior, sólo puedo estar tomado.

La energía necesita estar en contacto con una energía más alta que, por su calidad, libera la atención de la acción de otras energías.

Pero el vínculo es difícil de establecer, porque todas mis acciones me atan.

Hay un sentimiento que no ha aparecido en mí.

Necesito una relación consciente que me libere de estar tomado a diestra y siniestra, y necesito un sentimiento sin el cual la relación no dura.

Para esto debo quedarme delante, tengo que vivir la insuficiencia.

Sobre todo, necesito ver que en ese esfuerzo de relación la intensidad nunca es la misma en la cabeza y en el cuerpo.

Por eso, la relación nunca es real.

A todo lo largo de nuestro trabajo, encontramos en nosotros una resistencia.

Tocamos a cada instante la negación de eso que viene a afirmarse, a veces hasta con violencia.

Pero sin esa negación no tendríamos la posibilidad de evolucionar.

Nuestra energía no sería transformada.

Cuando, por ejemplo, una energía es liberada por una sensación más profunda, un rechazo, una duda, un temor, una emoción aparece.

La sensación que iba a expandirse se hace más viviente, deja pasar la energía a los centros emocionales e intelectuales, que vibran entonces de una manera brutal.

Sin haber sido transformada, la energía se proyecta bajo la forma de movimientos exteriores, palabras o acciones que nos debilitan.

Pero, si en el momento en que aparece la fuerza contraria, la negación, veo de qué está ella compuesta, puedo mantenerme entre los dos umbrales y, con un esfuerzo especial, llegar a separar los elementos que parasitan esa emoción negativa.

Así, tal vez, si mi esfuerzo es sincero y si es suficiente, se puede establecer un contacto con un centro emocional de otro tipo.

Para ello, debo estar presente en el momento de fricción y vivirlo sin tomar partido para que se produzcan energías finas.

Al tratar de dejar que esa energía circule libremente en mí, me anime, es decir, sea mi amo, llego a conocer los límites dentro de los cuales esto me es posible.

Siento algunos lugares, siempre los mismos, que son nudos de contracción donde persiste una actitud de mi ego que tengo una gran dificultad en deshacer.

Es una mueca de mi cara, una rigidez de mi nuca, un movimiento de satisfacción conmigo mismo al levantar mi cabeza, o un dejarse ir sin aceptación.

Necesito conocer esos puntos donde se esconde mi rechazo, donde mi ego se protege a sí mismo y no es tocado.

Sufro de mi falta de relación, de mi incapacidad.

Estoy cerrado, el paso no está libre.

Hay que sufrirlo, es decir, quedarse delante, aceptando que hay una fricción.

La fuerza positiva aparece, pero la fuerza negativa está allí, el conflicto entre el si y el no.

Veo la pasividad y necesito conocer mi caída, verme abdicar de mi deseo de ser, para ir hacia el sueño.

Pero necesito conocerlo, luchando para observar los cambios constantes en mí mismo, más que tratar prevalecer sobre ellos.

Al quedarme delante, una energía voluntaria, consciente de una calidad más alta, se desarrolla.

La sensación y el pensar se intensifican por la demanda constante de una sensación consciente, por la fuerza activa de la atención que mantiene la relación entre estos dos centros.

Un nuevo sentimiento aparece, cuando las condiciones del sufrimiento están allí y son aceptadas, hasta deseadas.

Acepto mi impotencia y sufro.

Al quedarme delante de mi insuficiencia, la energía se intensifica y se vuelve una fuerza activa que entonces somete la fuerza pasiva a la obediencia.

jeanne de salzmann




viernes, 2 de octubre de 2015

LOS MITOS Y LOS SÍMBOLOS

LOS MITOS Y LOS SÍMBOLOS

Los mitos estaban destinados al centro «EMOCIONAL SUPERIOR»; los símbolos, al centro «INTELECTUAL SUPERIOR».

Por este hecho, todos los esfuerzos emprendidos para comprender o explicar, con la razón solamente, los mitos, los símbolos, así como también los aforismos que dan un resumen de su contenido, están predestinados al fracaso.

Siempre es posible comprender todo; pero en cada caso es necesario el centro apropiado.

La preparación, sin la cual no es posible recibir las ideas de la ciencia objetiva, debe hacerse por medio del pensamiento, pues solamente un pensamiento bien preparado puede transmitir estas ideas a los centros superiores, sin introducir en ellas elementos ajenos.

"Los símbolos empleados para transmitir las ideas de la ciencia objetiva, incluían los diagramas de las leyes fundamentales del universo, y transmitían no sólo la ciencia misma, sino que mostraban igualmente el camino para alcanzarla.

El estudio de los símbolos, de su estructura y de su significación, formaba una parte muy importante de la preparación sin la cual no es posible recibir la ciencia objetiva, y era en sí una prueba, porque una comprensión literal o formal de los símbolos se opone a la adquisición de todo conocimiento ulterior.

"Los símbolos estaban divididos en fundamentales y secundarios: los primeros comprendían los principios de diferentes ramas de la ciencia; los segundos expresaban la naturaleza esencial de los fenómenos en su relación a la unidad.

"Entre los aforismos que daban un resumen del contenido de numerosos símbolos, el siguiente tenía una importancia particular: como arriba así abajo — primeras palabras de la Tabla Esmeralda de Hermes Trismegisto.

Esta fórmula significaba que todas las leyes del cosmos podían ser encontradas en el átomo o en cualquier otro fenómeno que existe como algo realizado conforme a ciertas leyes.

El mismo sentido se encontraba en la analogía establecida entre el microcosmos — el hombre, y el macrocosmos — el universo.

Las leyes fundamentales de las tríadas y de las octavas penetran todas las cosas, y deben ser estudiadas simultáneamente en el hombre y en el universo.

Pero el hombre es para sí mismo un objeto de estudio y de ciencia más cercano y más accesible que el mundo de los fenómenos que le son exteriores.

Por consiguiente, si se esfuerza por alcanzar el conocimiento del universo, el hombre debe comenzar por estudiar en sí mismo las leyes fundamentales del universo.

"Desde este punto de vista, otro aforismo: Conócete a ti mismo, toma un sentido particularmente profundo; es uno de los símbolos que llevan al conocimiento de la verdad.

Así el estudio del mundo y el estudio del hombre se sostendrán el uno al otro.

Al estudiar el universo y sus leyes, el hombre se estudiará a Sí mismo, y al estudiarse a sí mismo, estudiará el universo.

En este sentido, cada símbolo nos enseña algo sobre nosotros mismos.

"El estudio de los símbolos puede ser abordado de la manera siguiente: ante todo, al estudiar el mundo de los fenómenos, el hombre debe ver en todas las cosas la manifestación de dos principios opuestos que, según sus conjunciones o sus oposiciones, dan tal o cual resultado, reflejando la naturaleza esencial de los principios que los han creado.

Esta manifestación de las grandes leyes de dualidad y de trinidad, la ve el hombre simultáneamente en el cosmos y en sí mismo.

Pero con relación al cosmos, él es un simple espectador, que no ve sino la superficie de los fenómenos, que le parecen moverse en una sola dirección, cuando en realidad se mueven en múltiples direcciones.

Pero con relación a sí mismo, su comprensión de las leyes de dualidad y de trinidad puede expresarse bajo una forma práctica; cuando comprende realmente estas leyes, puede limitar la manifestación de ellas a la línea permanente de lucha contra si mismo en el camino del conocimiento de sí.

Y de esta manera, introduce la línea de la voluntad, primeramente en el círculo del tiempo, luego en el ciclo de la eternidad, cuya realización creará en él el gran símbolo conocido bajo el nombre de Sello de Salomón.

"La transmisión del sentido de los símbolos a un hombre que no ha adquirido ya una comprensión en sí mismo, es imposible.

Esto parece una paradoja.

Pero sólo aquel que ya posee el contenido de un símbolo, puede descubrir su esencia.

El símbolo entonces se torna para él una síntesis de su conocimiento, y le sirve para expresarlo y transmitirlo, como le ha servido al hombre que lo ha instruido.

"Los símbolos más simples: o los números 2, 3, 4, 5, 6, que los expresan, tienen un sentido definido, en relación al desarrollo interior del hombre; muestran grados diferentes -en la vía del perfeccionamiento de sí y del crecimiento del ser.

"El hombre, en su estado ordinario, es considerado como una dualidad.

Está enteramente constituido de dualidades, o de «parejas de contrarios».

Maurice Nicoll




NOTA SOBRE LOS CENTROS SUPERIORES

NOTA SOBRE LOS CENTROS SUPERIORES

Contemplar el Trabajo como una preparación de los centros inferiores (intelectual, emocional, motor-instintivo-sexual), para la recepción de los Centros Superiores (Emocional Superior e Intelectual Superior), es una exposición definida, pero una cuyo significado hemos de ponderar toda la vida.

Se ve en seguida que tal formulación del Trabajo señala la existencia de UN NIVEL MÁS ALTO de comprensión que nos es accesible pero del cual HEMOS CAÍDO o, si se prefiere, con el cual no nos hemos puesto todavía en contacto en nuestra evolución personal.

Admitirán que si la evolución es posible ha de haber algo hacia lo cual evolucionar, y, considerando al Hombre capaz de evolución personal, esta idea esta difundida en todo El Trabajo —la idea que el Hombre es inferior a lo que podría ser debido a sus potencialidades—.

Al comienzo experimentamos la vida a través de los sentidos externos y nos esforzamos por lograr una posición y estabilidad en la vida —pero la vida NO NOS SATISFACE debido a esa curiosa y extraña composición que nos pertenece—.

Desde luego me refiero ahora a quienes poseen un CENTRO MAGNÉTICO, a quienes siempre encontraron algo extraño en la vida tomada por sí misma.

El desarrollo de ese lado no desarrollado de nosotros mismos representado por la posibilidad de contacto con los Centros Superiores no se logra por una mayor expansión en la vida y sus oportunidades.

Se necesita otra cosa y esa otra cosa es muy diferente en cuanto a su calidad y dirección de todo lo que pertenece a la realización de las ambiciones de vida.

Por más que me esfuerce por alcanzar una posición mas alta en la vida, no añadiré un codo a mi estatura — esto es, no me pondré en un contacto más estrecho con los continuos mensajes que proceden de los Centros Superiores—.

Cabe decir quizá que los Centros Superiores tratan continuamente de cambiamos, pero no podemos oírlos.

Sí, pero ¿cambiarnos en qué? ¿Qué es lo que buscan? ¿Cuál es su mensaje?

Para captar una parte reducida de lo que es su mensaje debemos considerar lo que enseña El Trabajo, porque las enseñanzas del Trabajo fueron designadas por Mentes Concientes para indicamos lo que habríamos de conocer, ver y comprender al punto si estuviéramos en contacto con los Centros Superiores.

Y son muy pocos los que asimilan las enseñanzas del Trabajo tanto en su mente como en su corazón, sino que las dejan en la memoria donde son inútiles, y de resultas de las enseñanzas del Trabajo no cambian su manera de pensar —esto es, no producen metanoia o cambio de mente—.

Con nuestras acostumbradas ideas de vida ganadas a través del contacto con los sentidos, no podemos sufrir la transformacion o nuevo nacimiento que señala El Trabajo.

Son necesarias nuevas maneras de pensar y El Trabajo nos las otorga, pero lo desdichado es que no pensamos con ellas.

Solo las anotamos en nuestra libreta de notas.

Necesitamos formas completamente nuevas de Verdad para alcanzar los Centros Superiores, necesitamos un nuevo lenguaje, necesitamos nuevas maneras de pensar que nada tengan que ver con el mundo tal como se lo ve.

La Verdad que desciende continuamente de los Centros Superiores no puede alcanzarnos debido a la falsedad y fingimiento que solo una INTUICIÓN INTERIOR que resulta de la auto observación puede penetrar.

Pero entran aquí otros factores poderosos tal como la pura ignorancia y las ideas totalmente equivocadas acerca de nosotros mismos y de nuestro significado en la Tierra.

Para estas últimas, las ideas y enseñanzas del Trabajo se convierten en remedio, pero solo si hallamos un suelo donde puedan crecer y así cambiar la mente, esto es, TODA LA MANERA DE PENSAR.

Esto, como es sabido, es metanoia, que significa cambio de mente, y se lo traduce equivocadamente en el Nuevo Testamento por arrepentimiento.

Si las ideas del Trabajo solo están en la memoria, son inútiles, o más bien, el hombre es inútil.

El Trabajo no puede ayudarlo aunque lo conozca de cabo a rabo de un modo intelectual ni tampoco nadie puede ayudarlo.

Una de las octavas de Trabajo, tal como fue enunciada por el Señor Ouspensky, es la siguiente:

Mi — comprensión de las propias dificultades.
Re — aplicación de las ideas del Trabajo a uno mismo.
Do — prestar atención a las ideas del Trabajo, valorarlas.

Si se deja a un lado Re —es decir, la aplicación de las ideas del Trabajo a uno mismo— se pierde todo lo esencial de la enseñanza.

El Trabajo NO PASARA a nuestra voluntad y así no podrá cambiar nuestro ser.

Se seguirá pensando que se puede hacer, que se es una sola persona, que se tiene voluntad, que se es conciente, y así sucesivamente.

En otras palabras, se seguirá siendo mecánico y teniendo la misma psicología mecánica, si cabe usar una frase tan paradójica, como siempre se tuvo.

Nada que pertenezca a los Centros Superiores podrá pasar.

Se seguirá moviendo, viviendo y teniendo al propio Ser en la hediondez de nuestra vida mecánica.

Una persona no tomara posesión de sí misma mediante lo que la conecta con El Trabajo y no emprenderá espiritualmente LA IMPORTANTE TAREA DE LIBERARSE DE SÍ MISMA —de ella— de la persona llamada Sr. X o Sr. Y.

Y aun si se trabaja por breve tiempo, digamos, unos pocos minutos, y se  logra un punto de vista fuera de uno mismo, y se descubren las propias entonaciones, los habitos, y así sucesivamente, se regresara en un instante a las antiguas entonaciones y se olvidara por completo que se deseo liberarse de ellas en ese momento de introspección.

Pero si se alimenta constantemente los centros inferiores (intelectual, emocional, motor-instintivo-sexual) con las ideas del Trabajo, si se reflexiona, se lee, se medita, se practica constantemente, poco a poco el peso del Trabajo en Uno mismo equilibrara el de la Luna —esto es, el de nuestra mecanicidad— y el cambio será posible.

Pero solo llegara a ser posible a través de LA PROPIA ELECCIÓN INTERIOR, viendo que SE PREFIERE no ser ESE ESCLAVO DEL UNO MISMO que es nuestro mayor enemigo y la causa de todos nuestros sinsabores, porque tan solo en esta libertad es posible cambiar y si se cambia en esta dirección no se tardara en oír las voces de los Centros Superiores.

Ahora bien, mucho es lo que se dijo acerca de lo que significa trabajar sobre los centros inferiores.

Hemos de trabajar en especial sobre el Centro Emocional, porque en su presente estado mecánico impide el contacto con los Centros Superiores.

No es otra cosa que una masa de auto-emociones que nos llevan a las emociones negativas.

Ver las emociones negativas a esa luz suele fortalecernos para nuestra lucha contra ellas.

Es muy sencillo —es así—: este Trabajo tiene una meta definida; LA CONEXIÓN de los centros inferiores con los Centros Superiores.

Si el Centro Intelectual permanece bajo el hechizo del mundo sensorial y no tiene nuevas ideas y así nuevas maneras de pensar, y si el Centro Emocional se queda bajo el poder de las auto-emociones, del amor propio de la auto-conmiseración, no habrá posibilidad alguna de alcanzar el fin al que se refiere el Trabajo.

Maurice Nicoll